Hoy fue uno de esos días, en que extrañarte es algo normal.
Voy cuesta arriba en esta calle de árboles encontrados -lado a lado- la lluvia está cayendo desde temprano, aun antes de que saliera de casa. Llevo mi paraguas rosado -sí, rosado, me lo regalo mi hna., y debo confesar que es divertido verme resaltar en una multitud monocromática-
Entonces... Allí estaba, sonriendo sin ton ni son, pisando con fuerza el pavimento mojado sin saber muy bien a dónde iba. Soy Alicia en un momento de ensueño, la niña perdida en el laberinto del fauno, un caminante en busca del gran pez.
...Y si me hubieran puesto a elegir, hubiera andado toda la ciudad.
Pero la brisa fría me hizo detener, no había más que una cafetería con unas mesitas donde todavía podía ver la lluvia, así que me senté. Y pensé... medité, mientras bebía de a sorbos y tan lento como pude mi Nescafé -vaya la publicidad-. Creo que por instantes el monólogo en mi cabeza se desenvolvía como la propia conversación, imaginé lo fácil que todo sería si la distancia física no fuera un impedimento, si al menos por ese día -por esa mañana- estuvieras para filosofar de la nada y el todo que compartimos. Es extraño, pero aquella mañana hasta Ximena Sariñana sonaba. Y pues, no me entristecí, tararee ya camino a la oficina, y te extrañe sonriendo sabiendo que hay tantas cosas en las que estás, que al final nos encontramos, aunque sea en la copa de un árbol.
Cariños Gainza! =)
Caracas, 13 de mayo 2010
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